PRESENCIA – El encuentro con nuestro verdadero potencial
Si alguna vez caímos en la trampa del intelecto, creyendo
que en nuestro nivel consciente llegamos a solucionar algo, vivimos alimentando
una ilusión de los sentidos tan inconsistente como ausente, en su estado de
permanente desconexión.
Teniendo en cuenta que nuestro umbral inconsciente
representa, hasta el 98% de cuanto se decide en nuestras vidas y que desde este
umbral se aportan cuantas soluciones, en su osada construcción enajenada se
atribuye el intelecto, poco o nada nos queda para ese mismo intelecto que tanto
se jacta de vanagloria en sus proezas; perpetua cárcel de blandientes barrotes
que pugnan por interrumpir, el verdadero proceso que subyace tras cada
resolución, de cada uno de nuestros problemas, deseos o atranques
existenciales.
Sin embargo, algunos milenios de desconexión nos muestran
ahora, como síntoma flagrante y en todo su esplendor, el resultado de esa
latente locura y su penosa manifestación. Véase el mundo que nos rodea, echemos
un vistazo somero alrededor y dejémonos impregnar, por un momento, del producto
inequívoco que se basta a sí mismo para contrastar tan “esplendorosos”
resultados. El mundo y la sociedad que hemos “logrado”, clama ahora a los
cielos su propia redención, no sin antes la conciencia expíe hasta la última
lágrima y vomite hasta la última gota de su ignorada ignominia.
Hemos conseguido crear un impresionante escenario de abismos
de negrura y opresión de inusitada factura. Es hoy, la vergüenza de mirar la
desolación de este mundo desgarrado, el motor que nos habrá de hacer accionar,
por primera vez, desde nuestra responsabilidad recuperada, dejando al margen
por fin las viejas trampas que permitieron lo imposible; que consiguieron
hacernos creer que “el otro”, la naturaleza o el universo que nos rodea, eran
fieras devastadoras al ataque; temibles peligros para nuestra “delicada
sensibilidad”, fruto, sin embargo, tan sólo de un sistema de creencias alienado
y basado en el gen trampeado del miedo a sufrir, miedo a morir, miedo a
fracasar, miedo a vivir…
Miedo a todo.
Ese pequeño 2% de ego envenenado, que ha reaccionado desde
la base de un demente programa y que pretendió el encuentro con la vida a
través de su propia negación, supone ahora el acicate máximo como punto de
referencia y partida, hacia el reconocimiento de un nuevo universo que se
descubre tras un milenario muro de ceguera y opresión, y nos abre de nuevo sus
puertas mostrándonos la antesala de su realidad última: Abismo insondable donde
recrear, de forma independiente y responsable una vida consciente y plena, por
fin liberada de la vieja artimaña y a punto de ser destapada en toda su
magnitud.
Milenios de control mental y control emocional, donde
recursos impensables consiguieron crear la disociación de nuestras verdaderas
capacidades, sólo accionables desde una alineación pre-clara, que se produce al
desvincularnos del programa base.
Estar en presencia, supone todo un reto para nuestros
pervertidos sentidos, acostumbrados a funcionar entre ese puente centenario de
pasados y futuros, sin darnos cuenta de que, aquello que somos, medra y
pervive, enorme e ilimitado, en ese único presente constante que siempre
fuimos, somos y seremos, todo el tiempo a la vez, todo el espacio en un mismo
momento eterno, concentrado, en donde toda realidad es posible y de donde todo
parte y a donde todo revierte, por los siglos de los siglos.
Ese centro ya desvinculado de un adulterado patrón, donde
nos encontramos con esa realidad increada, latente en pulsos de octavas
exponenciales y armónicos por descubrir.
Atención… prestar atención a cada pensamiento, cada acto y
cada gesto. Vivir sin juicios, pues cada juicio supone su indiscutible
manifestación, y cuidar al máximo la emoción que subyace tras la crítica, la
duda de nuestro potencial o el menosprecio de nuestro igual, espejo último de
cuanto nos queda por sanar.
Vivir en presente, estar en estado de absoluta presencia y
recuperar nuestra comprensión certera, libera la puerta del infinito amoroso,
tierno, cariñoso, delicado y dedicado que en esencia siempre hemos sido y
somos, pues ahí y sólo ahí reside nuestro verdadero poder. En nuestra esencia,
se encuentran todos los potenciales de nuestra vida real, y nuestra esencia es
ahora.
Vivir en presencia, vivir en esencia, vivir en la
experiencia de la vida: VIVIR.
Y ya no quedará más que hacer, pues todo estará resuelto.
Por fin, habremos logrado el sueño frustrado de cuantos nos precedieron, delegando
su encargo sagrado en cada uno de nosotros.
Así, anularemos toda vibración ajena, toda propuesta que
degustamos durante siglos, como el plato de inmundicia que nos mostraron como
la única posibilidad, como menú oficial de cada día.
PRESENCIA.
Nuestro universo está aquí y ahora, en cada pequeño detalle
que surge del centro sanado, independiente y recuperado de cada uno de
nosotros;
Desde tu centro, desde nuestro centro, desde mi propio
centro:
PRESENCIA…
PRESENCIA…
José Vaso
José Vaso
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